La primera teoría es sencilla: lo que hace un español por 1.000 euros, lo hace un extranjero por 500. Y el poco trabajo que hay, se lo quedan ellos. Pero es falso: si así fuera, los inmigrantes rozarían el pleno empleo. Sin embargo, la tasa de paro entre los españoles está en el 22,4% y la de los extranjeros alcanza el 30,8%. Si nos están robando el empleo, muy bien no les está saliendo.

El segundo mito afirma que, como en su país la atención sanitaria es muy cara, aquí se pasan el día en el médico, como dijo Arias Cañete. Esto también es falso. Hasta cuatro estudios diferentes, de la Fundación de Ciencias de la Salud, del Instituto Carlos III, de la Universidad de Castilla-La Mancha, y de la Fundación Ecodes, llegan a la misma conclusión: no solamente no colapsan la sanidad, sino que los inmigrantes la usan menos que los españoles.

Pero llegamos al gran mito: “Vienen a robar”. O, al menos, hay relación entre la inseguridad y la inmigración. Pero de eso nada. En España viven casi cinco millones de extranjeros y, entre todos, el año pasado cometieron 3.557 delitos. Echando la cuenta, cada extranjero cometería 0,0007 delitos al año.

Cuando se habla de inmigración en España, a veces se olvida que hubo un tiempo en el que los inmigrantes éramos nosotros. Uno de ellos, Manuel Mesa, tuvo suerte y ganó dinero. Dejó Sevilla en 1964 y trabajó hasta su jubilación en una fábrica metalúrgica en Alemania. Hoy, Manuel cobra una pensión alemana y se siente muy agradecido al que fue su país de acogida. Entre sus recuerdos sólo hay uno desagradable, cuando sufrió el racismo de algunos de sus nuevos vecinos.

Miles de españoles emigraron en el 39 llevándose las heridas de la guerra. Y hubo otra oleada en los años 60, con la maleta de cartón. Y otra ahora, con la crisis. De la España que emigra a la España que acoge. ¿Seremos capaces de recibir a los refugiados sirios? ¿Hemos olvidado nuestro pasado?