Pónganle un traje y se verá entre incómodo y extraño, aunque sea  el día en que celebraba llegar a presidente de Uruguay. Gracias a Jordi Évole, hemos entendido mejor el por qué.

Viendo su casa, nada de palacios oficiales para un hombre que atendió a ‘Salvados’ en su jardín, derrochando sencillez. Porque para este antiguo guerrillero de 79 años que pasó 15 en la cárcel, la inteligencia existe en Europa pero no abunda entre quienes nos gobiernan.

Se espanta un hombre que no entiende a quienes se ciegan con el dinero, que se considera socialista, pero también pragmático. Reconoce que en las empresas pública uruguayas hay que hacer cambios para que el funcionario no se apalanque.

De izquierdas, pero no bobo como él dice, viviendo con su coche de siempre, sin escolta y sin servicio por decisión propia, y cansado de ser un ejemplar inédito en el club mundial de presidentes.