El padre Josep María Fabró le asegura a Jordi Évole que la cárcel no rehabilita: “No se puede rehabilitar a la gente que se han pasado 10 o 12 años  viviendo amontonados y algunos sin que nadie les diga nada”.

El sacerdote explica al periodista que los presos “entran, están allí dentro y salen como han entrado. Los trabajadores sociales no pueden porque no tienen tiempo suficiente.  No pueden tratar de uno a uno a los que están dentro. Han de tratar a bulto o escoger”. De esta manera, “hay un montón de gente que queda sin que nadie la haya tratado”, asevera.

Cuenta que cuando va de visita a las cárceles, empieza diciendo: “las cárceles sobran. Se deberían cerrar todas y empezar de nuevo”. Fabró explica que habría que mirar qué causas merecen un tiempo de reclusión y qué causas no merecen reclusión, sino que merecen ser tratadas de otra manera. "Debería haber realmente un verdadero tratamiento  sobre las personas para ayudarlas a que cuando acabe aquel tiempo de reclusión, tengan muchos elementos nuevos para poder insertarse”.

Lo que ha aprendido de los presos ha sido “ver una capacidad de resistencia que yo no la tengo. Y esto me hace sentir a veces pequeño delante de ellos. Cuando veo los años que llevan de prisión, las cosas que han pasado, los malos tratos que han recibido, pienso que yo soy un privilegiado de la vida”.