La policía madrileña es requerida para intervenir en una reyerta en la que han agredido a los dependientes chinos de una tienda de alimentación. Acude hasta el establecimiento, en el que encuentra a un hombre chino con graves heridas en la cara. Es amigo del regente del establecimiento.

El propietario comenta que unos clientes comenzaron a burlarse de él y que, a posteriori, le arrojaron objetos sobre la cara. Cuenta, también, que sacó una barra de hierro con la que pretendía defenderse, que los agresores le usurparon y utilizaron para herir a su amigo.

Un testigo, y dueño de un bar cercano a la tienda, cuenta que los implicados acuden todas las semanas a la tienda para robarles y agredirles.