Las jerezanas tacharon ayer uno de sus 'life goals' cantando "De agujeritos, te voy a comprar unas bragas de agujeritos" en un tren lleno de nativos de Sri Lanka. El policía no soporta a la pareja que le asignó el programa, Quintín. Ni el policía, ni los concursantes, ni el cámara, ni el regidor… Quintín es una mezcla perversa entre Ramoncín y Mourinho. El tío llegó a cabrearse porque un ceilanés no le dejó dormir en su casa (en casa del ceilanés no de Quintín, Quintín no tiene casa en Sri Lanka).

El aristócrata sevillano va a lo suyo. Intenta trazar siempre una ruta hacia la meta por zonas pobladas de bares para hacer una parada y echar un vinito. El hombre está cruzando Asia en náuticos y con un polo de 150€, en vez de a una gymkana parece que lo han invitado a una capea. La pareja de 'influencers' rechazó dormir en casa de una familia porque no les gustaba la cama, no sabemos si finalmente encontraron un NH o un Meliá por la zona.

Precisamente los influencers se vieron afectados por la misión final, ya que una parte de ella consistía en fotografiar a un elefante, y como era de esperar perdieron tiempo añadiéndole nueve filtros a la foto antes de subirla a Instagram. Quedaron última madre e hija aunque se salvaron de la expulsión. Sigo sin desvelar por qué al casting de un programa que básicamente consiste en hacer autostop solo se apunta gente que se marea en el coche. Lo seguiré intentando la semana que viene.