"No queremos asesinos ni violadores, ni familiares que les apoyen" o "fuera violador" son los carteles que han aparecido en Honcalada, una pequeña pedanía vallisoletana de apenas 49 habitantes que en invierno se reducen a 10. Su nuevo vecino es: el violador del ascensor.

“Aquí no se le quiere y no queremos tener ningún violador ni ningún asesino" afirma un vecino.

Pedro Luis Gallego ha estado viviendo en una casa del pueblo. Cerrada a cal y canto, con las persianas semibajadas, no hay ningún nombre en el buzón que haga sospechar nada, excepto una pintada donde pone ‘Violador’. En la fachada del chalet, encontramos la única pista: el escudo del apellido familiar: Gallego.

Desde que apareció todos están en alerta. Hasta el único negocio que hay se ha visto resentido porque la gente tiene miedo de salir a la calle.

Hay quien piensa que volverá a las andadas y es que según los expertos es el ejemplo perfecto de violador reincidente.

La psicosis se ha extendido a  Medina del Campo donde se está distribuyendo su fotografía actual como medida de precaución.

Y es que Pedro Luis Gallego ha cambiado en 21 años su apariencia, ahora más gordo aparece así con la cabeza y la perilla rapada. En las redes sociales se alerta de su presencia, se mandan avisos, y es que aquí, también hay miedo.

Salió de la cárcel tapado hasta las cejas: con gorra, gafas de sol y una braga, después de cumplir 21 de los 273 años de cárcel, 2 meses y 16 días a los que fue condenado por 18 violaciones y dos asesinatos: los de Leticia Lebrato y Marta Obregón.

Un día antes de salir de prisión cumplió 56 años, no se ha sometido a ningún tipo de tratamiento. Aseguran que no está rehabilitado, que es un depredador sexual que ahora está en libertad.