En agosto de 2010, Julio Araujo y Sonia Iglesias se encontraban en trámites de separación. "El caso se llevó mal desde el minuto uno porque no se consideró como violencia de género", asegura Carmen Iglesias, hermana de la desaparecida.

Para la familia de la víctima, Araújo calla más de lo que cuenta. "La familia no sospecha de nadie, y mucho menos de Julio", señalaba Isabel Martínez, portavoz de la familia, el 3 de 2010, casi un mes después de la desaparición de Sonia.

La situación cambia cuando la investigación policial descubre que el rastro del teléfono de Araújo le situa en el poblado chabolista de O Vao, justo en el lugar donde apareció la cartera de Sonia. Tras el hallazgo, Araújo se convierte en el principal sospechoso y declarará como único imputado por la desaparición de Sonia.

No obstante, pese a las pruebas expuestas y a la petición de realizarle un test de la verdad, Araújo queda libre, sin cargos y con el hijo, también de Sonia, bajo su custodia. En su momento, la juez consideró que las pruebas contra la expareja de Iglesias eran "débiles y contradictorias".

Un equipo de Más Vale Tarde ha intentado hablar con él, pero solo llega a responder, de forma escueta: "No tengo nada que decir". Araújo sigue guardando silencio. En este sentido, nunca ha reconocido que tuviera algo que ver en tales hechos; tampoco nunca se ha venido abajo en un interrogatorio.

Se ha llegado a sospechar, incluso, de sus hijos mayores, fruto de una matrimonio anterior. Pero Araújo no fue el único.

También se planteó la posibilidad de que en el incidente tuviera algo que ver una nueva pareja de Sonia, pero no hay una prueba sólida sobre la que asentarse. Tan solo, que el caso de la desaparición de Sonia sigue envuelto en un misterio del que parece difícil sacar algo en claro.