Los sueños nunca mueren. Una infancia dura le hizo madurar muy pronto. Hija de padres divorciados, la situación familiar degeneró tanto que llegaron a pasar hambre. Jennifer se convirtió entonces en el carro que tiraba de la familia y tuvo que luchar desde bien pequeña.

El Pole Dance salvó su vida. A los 19 años comienza a practicar de forma autodidáctica el Pole Dance. Su gran habilidad y potencial le hacen dedicarse profesionalmente a ello y varios años después tiene una academia donde enseña la disciplina y desde donde intenta transmitir que es un arte y no sólo un tipo de baile sensual.

Sigue luchando, día tras día. Tiene 2 hijas maravillosas que también practican pole dance. El programa es también su manera de mostrarles que quien la sigue la consigue y que no deben nunca dejar de soñar.