La estampida que protagonizaron en el Congreso para irse de puente hace ha sido la puntilla para su imagen. Aunque otros grandes éxitos como el “¡que se jodan!”, los iPads, iPhones y Blackberrys de repuesto, las dietas de alojamiento aun teniendo cinco pisos en Madrid y otras mamandurrias varias, ya contribuyeron a dejarla por los suelos.

Pero caraduras y mastuerzos los hay en todos lados, sin ofender, sin embargo sería injusto juzgar en todo a los 350 por la parte y hay que reconocer la labor que los diputados de bien, los currantes, realizan en el Congreso. Por ejemplo, todos están obligados a asistir a las sesiones del pleno.

Entonces, ¿por qué a veces el hemiciclo parece una matiné de Maricarmen y sus muñecos, que no hay más que butacas vacías? Pues porque los diputados también deben asistir a las comisiones y subcomisiones de las que forman parte, que son cerca de 40. Pueden estar fuera de Madrid, trabajando en sus circunscripciones o pueden estar documentándose, preparando las preguntas o las propuestas legislativas que luego llevarán al pleno.

En resumen el oficio de diputado no consiste sólo en votar y salir corriendo, los que tienen decencia también tienen un trabajo en la sombra, y nos gusten más o menos están representando a un número importante de españoles. Y aunque, de vez en cuando, las cámaras los pillen yéndose a la francesa de un pleno o sacándose un moco, hay que ser comprensivos. El Congreso es como el Gran Hermano, solo que huele un poco mejor.