Licenciada en Comunicación Audiovisual, Ana Morgade confiesa en su entrevista a Pepe Colubi que no guarda un gran recuerdo de la universidad: "Me aportó poco porque fui a la pública y es una mierda. Tardé cuatro años en coger una cámara". Fue a los 18 cuando empezó a estudiar improvisación y a aprender las reglas de este arte: "La primera premisa es el 'sí' a todo. Hay un ejemplo que me gusta mucho y es que dos personas están en un ascensor y una le dice: '¿Me chupas la polla?' En la vida tu dirías no, pero en la improvisación dices 'sí', le abres la bragueta y hay un pasadizo secreto a otra dimensión".

La llegada de Ana a la televisión fue de rebote: "Quería ser una actriz profunda. La primera vez que fui a hacer una prueba no había visto un pronter en mi vida y me aprendí de memoria el monólogo". En su paso de las lentillas a las gafas tuvo mucho que ver Zapeando: "Recuerdo que hay dos programas donde no llevo gafas y fue porque como me decían 'puede que sea el último', dije que no me compraba unas lentillas hasta que no hiciéramos un cuatro de share. El día que lo hicimos me las compré para celebrarlo".

Colubi aprovecha también para preguntar por qué hay menos mujeres monologuistas en España, Ana lo tiene claro: "El sentido del humor tiene que ver con dos cosas que no han sido virtudes que se expoliaran en las mujeres históricamente: el ridículo y la inteligencia. Antes la cosa es que fueras buena y estuvieras lo menos arrugada posible, con eso ya tirabas".