El estudio, publicado en la revista 'PLOS ONE', se hizo con 32 mujeres blancas a las que los investigadores asignaron aleatoriamente un cuerpo virtual de mujer blanca o negra y, usando unas gafas y un vestido de realidad virtual, debían interactuar con otra mujer virtual generada por el programa.

En el experimento, las participantes describían una serie de cuadros en una pared virtual y después escuchaban la descripción que hacía la otra mujer. Los investigadores llevaron a cabo la prueba dos veces, en semanas diferentes, pero siempre con el mismo color de piel asignado desde el principio, aunque el del otro avatar variaba.

Esto sirvió para registrar las veces en las que la participante imitaba inconscientemente movimientos del otro personaje, como tocarse la cara, ponerse los brazos en las caderas o rascarse el brazo.

"Inconscientemente, las participantes imitaban mucho más los gestos del otro personaje virtual cuando coinciden en el color de piel virtual" y, por ejemplo, cuando la voluntaria se sumergía en la experiencia con un avatar de piel negra, imitaba en más ocasiones a su colega negra", ha explicado el investigador de la UB Mel Slater.

Según Slater, esta imitación es "importante" porque es un comportamiento inconsciente que indica entendimiento social, aunque no es posible extrapolar estos resultados fuera de la simulación virtual, ya que para eso habría que hacer un seguimiento de los participantes que certificase la mejora del sesgo racial en su vida.

Sin embargo, un estudio anterior del Event Lab de la UB ya demostró que encarnar un personaje virtual de una raza diferente de la propia disminuye el sesgo racial al menos una semana después de la exposición a la realidad virtual.