Eran las ocho de la mañana de un sábado cuando Laura se dirigía al médico para que le hicieran un TAC antes de ir a trabajar. Nada le hacía sospechar que un desconocido la agredería. Pero tampoco que otros muchos desconocidos, habitantes de una ciudad civilizada, permanecerían "impasibles" mientras presenciaban dicha agresión.

Tras lo ocurrido, la joven decidió hacer público lo sucedido a fin de denunciar el cúmulo de despropósitos que le sucedieron esa mañana: un hombre defecando en un pasillo de la red de Metro de Madrid; ese mismo hombre profiriéndole insultos y amenazas; un interfono que no funcionaba; ausencia de personal de seguridad y unos compañeros de vagón que no hicieron nada por impedir que fuera agredida.

Tras el revuelo causado en las redes sociales por la denuncia, la cuenta oficial de Metro de Madrid respondió a la joven para pedirle la información necesaria para que el departamento de seguridad investigue la incidencia.