Hicieron falta 50 mililitros de oxígeno para que, presuntamente, Beatriz acabara con la vida de una anciana en el Príncipe de Asturias, en Madrid. La auxiliar en enfermería tenía conocimientos para saber que una embolia gaseosa es un crimen perfecto. Beatriz podría haberle inyectado oxígeno con una jeringuilla. La burbuja de aire llegó hasta el corazón, provocándole un infarto.

Ante el desconcierto de una muerte tan repentina los médicos le hicieron al cadáver una prueba de imagen. Fue cuando descubrieron que había una burbuja de aire de en su corazón. Estaban ante un asesinato. "Si es una arteria vital y no se ha hecho un TAC o la autopsia, no se detecta", ha señalado José María Molero, miembro de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria.

La Policía inició una investigación tomando declaración a las personas habían estado en las horas previas con la paciente. El círculo se fue cerrando en torno a la auxiliar de enfermería, sospechosa para los agentes desde hacía tiempo.

La razón: hace dos años se produjo una muerte muy parecida. Era otra mujer también octogenaria. Iba a ser dada de alta en el mismo hospital, pero murió repentinamente. Los médicos también apreciaron una burbuja de aire en el corazón y dieron parte a la Policía Nacional. La investigación no llegó a ningún puerto porque en ese momento no se hallaron pruebas.