Este odio llega hasta
niños y niñas como Alexa, una niña transexual de 14 años con una opinión muy
clara sobre el autobús: "Me parece que la gente es muy ignorante y no tiene ni
idea de las personas transexuales".
Ella cambió de género
hace dos veranos, leyó una carta contándoselo a sus compañeros de clase y
encontró el respeto que no encuentra en este mensaje. "Estas estupideces que
hace la gente puede frenar a algunos niños por miedo al rechazo", señala.
Iker, con cuatro años,
también es un niño transexual. "Tengo un
hijo, un hijo con vulva, y por mucho que ellos quieran fijar la mirada en los
genitales yo les puedo decir que hay una equivocación, la identidad sexual no
se muestra en los genitales sino en la cabeza", afirma su padre.
María es madre de María,
una niña transexual de ocho años. "Siento impotencia porque nuestros niños y
nuestras niñas existen, el autobús te dice que los niños tienen pene y las
niñas tienen vulva, que es cierto, pero es que también hay niñas que tienen
pene y niños que tienen vulva", afirma.
Francisco da charlas en
colegios e institutos para que niños como Alexa, Iker y María hagan el tránsito
con normalidad y cree que mensajes como el del autobús son dañinos porque caen
en menores que aún no han formado su identidad. "El último estudio reciente que
tenemos habla de que un 17% de este alumnado intenta suicidarse", señala el responsable
del programa de formación de Lambda.
Los psicólogos dicen que
hay que afrontar la transexualidad desde la normalidad y a Alexa se le ocurre
otro mensaje para escribir bien grande en un autobús: "Todos los niños no
tienen pene y todas las niñas no tienen vulva". Porque el sexo está en el cerebro y no entre
las piernas.