Tras una separación uno de los principales conflictos que se plantean en la pareja es la custodia de los hijos. Una batalla judicial en la que a veces uno de los padres echa mano del conocido como síndrome de alienación parental. "El padre o la madre intenta hacer un lavado de cerebro para poner en contra al hijo o los hijos que tengan en común", comenta Pablo Nieva, Asociación Española de Neuropsiquiatría y Colegio de Psicólogos de Castilla La Mancha.

Ninguna organización científica, como la OMS o la Asociación Americana de Psiquiatría, lo reconoce, por eso, en España el Consejo General del Poder judicial recomienda no aceptarlo como argumento en una sentencia, aunque son los jueces los que tienen la última palabra. "Las partes pueden aportar informes de uno o varios psicólogos que indiquen la existencia de un posible síntoma, al parte podrá presentar informes contrarios y después el juez los valorará y claro que tiene que tener en cuenta que no está reconocido de forma general", explica Joaquín Delgado, magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid.

A pesar de ello, según denuncian varios colectivos, hay sentencias que, actualmente,  aluden a él. La mayoría de ellas presentan a la madre como manipuladora y al padre como víctima. "Está pasando para que un síndrome que no existe, que no está reconocido, pueda dar lugar a una retirada de guardia y custodia”, añade Amalia Fernández, presidente de la Asociación de Mujeres Juristas Themis. Por eso, para algunos expertos, su uso se ha convertido en un arma contra las mujeres. "Es una aberración lo que están haciendo si lo aplican o lo reconocen sobre todo porque van a causar a esos menores a los que deberían proteger un daño irreparable", se queja Yolanda Besteiro, presidente de la Fundación Mujeres Progresistas.

"Les viene como anillo al dedo para poder explicar por qué sus hijos, que le pueden tener un miedo atroz porque se comportaban de forma agresiva cuando estaba en casa, no quieren saber nada de ellos", denuncia Pablo Nieva. Porque aceptar un síndrome que no existe, dicen, puede suponer no llegar al verdadero origen del rechazo al progenitor.