El camping de Doñana arrasado por el fuego es la auténtica imagen de la desolación tras el incendio forestal que obligó a desalojar a más de 2.000 personas. "Cogimos los coches y como estaba todo atascado, nos fuimos a la playa", cuenta uno de los afectados.

La playa de Matalascañas se convirtió en un refugio para turistas que no podían volver a sus casas porque las carreteras estaban cortadas, provocando retenciones kilométricas bajo un cielo que parecía apocalíptico.

450 personas han dormido en polideportivos de Moguer, Mazagón y en Almonte. "Hemos pasado una noche muy dura, un infierno", explicaba una de estas personas, mientras que una joven nos contaba que "no podíamos pensar que el fuego estuviera tan cerca".

Muchos voluntarios se volcaron, sobre todo "para tranquilizar a la gente porque había mucho susto e impotencia". También establecimientos de la zona han prestado su ayuda, como supermercados que han ofrecido agua y comida a los afectados.

Un día después del incendio, familias enteras esperan a las puertas del camping para ver si algo se ha salvado. Sin embargo, muchos de ellos lo han perdido todo, y la incertidumbre por no poder llegar a su casa porque sigue habiendo fuego hace incluso que se les salten las lágrimas.

Las carreteras ya están abiertas, aunque hay zonas a las que aun no se puede regresar. Las autoridades advierten de que hasta que el incendio no este controlado, hay riesgo en toda la zona.