Margaret Boemer, una mujer de Texas, fue a hacerse una ecografía rutinaria por las 16 semanas de embarazo, pero pronto se dio cuenta de que las cosas no estaban siguiendo su curso normal, tal y como le ocurrió en sus dos embarazos anteriores. "Vieron algo en la pantalla, y el doctor vino a decirnos que había algo mal en nuestro bebé porque tenía un teratoma sacrococciego". Se trata de un tumor germinal extragonadal que se suele diagnosticar en el periodo neonatal como una masa tumoral.

Para Boemer esta noticia fue horrible porque ni ella ni su pareja sabían qué significaba lo que les acababan de decir, ni qué ocurriría con su bebé.

El doctor Darrel Cass, codirector del Centro Infantil de Texas y profesor de cirujía, explicó que se trata del "tumor más común que se puede ver en recién nacidos", pese a ello, se trata de una enfermedad muy rara que se da en uno de cada 35.000 nacimientos.

Cass explicó que el tumor está tratando de crecer absorbiendo el riego sanguíneo del bebé, pero el feto también está tratando de crecer, por lo que "se convierte en una competición". "En algunas ocasiones, el tumor gana y el corazón falla provocando la muerte del bebé", añade. Con el tumor creciendo, la salud del bebé de Boemer estaba empeorando, por lo que había que hacer algo.

Pese a que algunos doctores le habían recomendado a la madre que interrumpiera el embarazo, Cass y su equipo le dieron otra opción: realizar una cirugía fetal. Esta opción no era fácil, y las opciones de que el bebé sobreviviera eran bajas.

A las 23 semanas de gestación, el tumor estaba causando daños en el corazón, por lo que había que escoger entre dejar que el tumor se apoderada de todo el cuerpo del bebé o darle la oportunidad de vivir. Cinco días después. cuando el tumor era casi tan grande como el feto, Cass llevó a cabo la operación fetal, que duró alrededor de cinco horas.

Durante la operación el corazón del feto casi no tenía constantes vitales, "básicamente se paró", explica Cass, en unas declaraciones que recoge el medio CNN. Tras extirpar el tumor, los médicos volvieron a colocar al bebé en el útero y lo cerraron.

Tras nacer, el bebé se enfrentó a otra cirugía para terminar de quitarle los restos del tumor, que había comenzado a crecer de nuevo. El bebé disfruta ahora de una vida normal, totalmente recuperado.