Kelley quería ser madre joven, pero después de seis meses intentándolo con procesos de fertilización in vitro le comunicaron que las posibilidades de concebir un niño eran de un 1%. Al tercer aborto, la madre de Kelley, Tracey, de 55 años, les acompañó a la consulta para discutir otras opciones.

"Mi corazón se rompió cuando vi a la pobre Kelley pasar por la fertilización in vitro y dos abortos involuntarios", cuenta Tracey, que añade: "Los médicos no podían entender lo que estaba sucediendo. Fue devastador cuando ella abortó por tercera vez, perdiendo a su bebé el día de Navidad de 2014, cuando tenía siete semanas".

Cuando el médico habló de gestación subrogada, Kelley no dudó en proponer a su madre como candidata. La respuesta fue un 'sí': su madre podía quedarse embarazada del hijo que ellos esperaban, así que, tras una larga conversación, la familia decidió llevar a cabo el embarazo. "Estaba desesperada por ayudar y no tenía miedo por mi propia salud, solo quería mejorar las cosas para Kelley y Aaron", afirmó Tracey.

Tracey tomó hormonas para preparar a su cuerpo, y siete días después dio positivo en la prueba de embarazo: "A mi edad no esperas experimentar ese maravilloso resplandor de embarazo y de sentirte fértil. Era simplemente encantador, permitía que extraños tocaran mi barriga. Cuando sentí que empezó a dar patadas a las 16 semanas, llamé inmediatamente a Kelley. Hablé con ella ocho o diez veces al día para mantenerla informada".

Aaron decidió llamar a su bebé Kelcey. La niña nació por una cesárea de emergencia. "Cuando Kelcey estuvo limpia, piel con piel con Kelley, sentí una abrumadora sensación de alivio. Kelcey estaba sana y yo había hecho mi trabajo al traerla al mundo y dársela a Kelley", dijo la abuela.