Intentaron atravesar las montañas, de noche, con temperaturas glaciales para llegar a Líbano. Querían encontrar un lugar seguro pero el frio consiguió lo que no hicieron las bombas. El servicio de emergencias los encontró congelados: eran 15, entre ellos dos niños.

Se cree que viajaban en un grupo de unos 30, que la tormenta les sorprendió en mitad de la huida, que los traficantes que les guiaban les dejaron solos. Aun hoy se siguen buscando más cuerpos.

Desde Naciones Unidas se muestran desolados y vuelven a pedir vías seguras: "Esto muestra la continua desesperación de aquellos que buscan escapar de la guerra. Los refugiados necesitan pasajes seguros".

Mientras, al otro lado de las montañas, los campos de refugiados libaneses resisten como pueden. Desbordados y en condiciones de extrema pobreza: el 90% de las familias ni siquiera tiene garantizado acceso a alimentos.

Todo porque el dinero no llega. En 2017 Líbano, uno de los países con más proporción de refugiados sirios, solo recibió un 36% del dinero que necesitaba. Ahora en 2018 también ellos vuelven a pedir que no les dejen solos.