Educador social, antropólogo, experto en migraciones y refugio... Carlos Peláez lleva diez años como profesor asociado y cobra menos de 600 euros netos al mes. Sólo un ejemplo de miles.

"Somos el único grupo de la enseñanza que no tiene reconocido en su remuneración esas horas que significan preparar con calidad lo que tienes que impartir a tus alumnos", afirma Carlos Peláez, profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid.

Pese a su antigüedad, sigue encadenando contratos anuales, sin derecho siquiera a finiquito. "No tenemos acceso a solicitar los complementos que sólo pueden pedir los permanentes como quinquenios. No podemos pedir determinadas ayudas y no podemos estar en los equipos de investigación".

La figura del profesor asociado nació hace más de 30 años para atraer a profesionales de reconocido prestigio a las aulas. Hoy en día se ha desvirtuado tanto que realizan el mismo trabajo que los titulares, aunque cobrando cuatro veces menos.

Luis Enrique Rodríguez-San Pedro, catedrático de Historia de la Universidad de Salamanca, asegura que "con profesores basura no surgen universidades de excelencia". Por su parte, Roberto Fernández, presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas, destaca que "una universidad de futuro no puede sostenerse con profesorado no permanente".

En algunas Comunidades, los asociados copan hasta el 40% de la plantilla. Denuncian que se ha recurrido a ellos como una solución barata para resolver los problemas de la crisis. Con los recortes, la inversión pública en las universidades se redujo un 28%.

"Dentro de una gran cadena de precariedad que afecta a todos los colectivos de la Universidad, nosotros somos un eslabón de esa gran cadena, el eslabón más débil y el último de la fila", denuncia Carlos Peláez.

Los profesores asociados están entre los más valorados por los alumnos, sin embargo, siguen siendo los más precarios.