Con este cambio de hora,
en marzo de 2018 comienza el 'horario de verano' en España, que supone
adelantar una hora los relojes para aprovechar mejor la luz solar por las
tardes, una práctica que se lleva a cabo todos los últimos domingos del mes de
marzo y cuyos antecedentes más lejanos se remontan al imperio romano.
El cambio de horario,
tal como se conoce en la actualidad, se remonta a la década de los 70, cuando
se produjo la primera crisis del petróleo. Entonces, algunos países decidieron
adelantar sus relojes para aprovechar mejor la luz solar.
No obstante, los
orígenes del 'horario de verano' (o DST 'Daylight saving time', por sus siglas
en ingles) se remontan mucho más atrás y hay historiadores que recuerdan que
las clepsidras o reloj de agua de los romanos tenían diferentes escalas en función
del mes del año que fuera.
Así, en la latitud de
Roma, la tercera hora tras el amanecer, la hora tertia, empezaba (usando el
horario moderno) a las 09:02 y duraba 44 minutos en el solsticio de invierno,
pero en el de verano comenzaba a las 06:58 y duraba 75 minutos, según relata el
historiador Jérôme Carcopino.
Mucho más cercano, otro
de los antecedentes del moderno horario de verano se remonta al 30 de abril de
1916, cuando, en mitad de la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán decidió
que todos los relojes se adelantaran una hora para reducir el uso de luz
artificial y ahorrar energía.
Dos años más tarde y,
con el mismo propósito de ahorrar energía en el marco de la Primera Guerra
Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson firmó un decreto en 1918
para adelantar la hora. No obstante, todas estas iniciativas fueron revertidas
una vez que acabó la guerra. No fue hasta la década de los años cuarenta,
con los precios de la energía aumentando, cuando el 'horario de verano' se
institucionalizó en muchas partes del planeta.
Según un estudio
realizado por la Comisión Europea en 1999, esta medida tiene impactos positivos
sobre el ahorro y beneficia a sectores como el transporte y las comunicaciones,
a la seguridad vial, las condiciones de trabajo, la salud, el turismo y el
ocio.
Según el IDAE,
dependiente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, el potencial de
ahorro en iluminación en España puede llegar a representar un 5% de nuestro
consumo eléctrico, lo que equivale a unos 300 millones de euros. De esa
cantidad, 90 millones corresponden al potencial de los hogares, y suponen unos
seis euros por hogar. Los 210 millones de euros restantes se ahorran en los
edificios del sector servicios y en la industria.