Los presuntos secuestradores están a punto de cruzar a Francia cuando de la nada surgen decenas de guardias civiles. En segundos ya les tienen esposados, no entorpecen ni el tráfico. Enseguida se los llevan a un lado para registrar el coche.

En él no va el secuestrado, porque éste es el vehículo señuelo, que va por delante para avisar si hay controles de Policía. La víctima está varios kilómetros detrás: los agentes se lanzan sobre ellos cuando los presuntos secuestradores paran en una gasolinera.


El hombre dice que fue secuestrado en su casa de Rentería, Guipúzcoa, a punta de pistola por una banda criminal francesa. También le amenazaron con un móvil que en realidad es una pistola eléctrica.

Dicen los agentes que le tuvieron en un piso de Alicante dos días y que exigieron medio millón de euros de rescate. Las negociaciones no fueron bien y, según la Guardia Civil, se lo estaban llevando a Francia para matarlo hasta que les pillaron. El abrazo del secuestrado con un familiar es el final de esta historia.