629 personas a bordo de un barco luchando por sobrevivir. Saben que llegar a Valencia les costará varios días pero cualquier cosa es mejor a su etapa anterior en sus países natales. Nos les importa tanto buscar hueco entre los pasillos y rincones de un barco para descansar antes del desembarco que les ha ofrecido Pedro Sánchez en el puerto de Valencia.

A bordo del Aquarius buscan calmar su angustia, su ansiedad; pero se saben conscientes de que el primer paso para dejar atrás el infierno de sus países ya está dado. Los voluntarios de la embarcación también ayudan a pasar el trago de la inmigración: con bailes y canciones tratan de evadir a los migrantes de la cruda realidad que viven y de la que proceden.

"¿Con qué me quedo? Con la historia de una nigeriana que viajaba con su marido y sus dos hijos. Hablaba del horror del viaje de Libia hasta que fue rescatada porque nunca jamás en su vida había visto tanta agua junta", relata Naiara Galarraga, reportera del periódico 'El País'.

'Muy peligro, mucho aguantar, mucho peligroso. Matando a gente, vendiendo a gente como animales...'

Su viaje en el Aquarius casi es más motivo de celebración. Cada gesto de generosidad y solidaridad es demasiado por ellos. Celebran con abrazos y alegría la llegada de comida y bebida pero, sobre todo, festejan el hecho de que después de cuatro días a la deriva ya tienen destino: será España.

Las historias personales de las 629 personas en el barco acostumbran a ser sinónimo de drama. Entre todos ellos hay once niños pequeños, 123 menores que viajan solos sin la compañía de ningún adulto, siete mujeres embarazadas... Huyen de Afganistán, de Sudán, de Libia... En definitiva, escapan del miedo de países en conflicto.

Así lo relataba Clemente, un migrante que viaja en el Aquarius, en los micrófonos de RNE: "Muy peligro, mucho aguantar, mucho peligroso. Matando a gente, vendiendo a gente como animales..." Su castellano no es el mejor pero arroja claras muestras de lo que ha vivido hasta llevar a la cubierta de la embarcación que le llevará a España.

A bordo del barco, y hasta su llegada a Valencia, preocupa el estado de los enfermos más críticos. Durante su rescate en el mar muchos estuvieron a punto de ahogarse y algunos sufrieron hipotermias. Además, más de una veintena tienen quemaduras químicas graves provocadas por el combustible.