Los birmanos, miembros de esta minoría musulmana perseguida en su país, fueron detenidos en alta mar, a pocas millas del cabo Espartel, al oeste de Tánger, en compañía de una veintena de subsaharianos.

Los birmanos confesaron que habían huido de su país por la persecución étnica a la que están siendo sometidos.

Uno de ellos, identificado como Iqbal, explicó a la Policía que su familia tuvo que darle las joyas de oro que tenían para que pudiese sufragar los gastos del larguísimo viaje.

El viaje le llevó a Bangladesh y posteriormente a India, donde compró un pasaporte y un visado falsificados por 200 dólares y voló hacia Argelia, donde se encontró con otros compatriotas.

Juntos, cruzaron la frontera terrestre con Marruecos, donde un "pasador" de origen subsahariano le exigió 1.000 euros por poder subir en la patera que finalmente fue interceptada.