La Policía francesa acudió a Authon-du-Perche, una localidad a 150 kilómetros de París. Allí estaba el domicilio donde encontraron los dos amigos muertos después de que una vecina alertase de la escena. La mujer pasó varias veces por delante de la casa y vio que uno de ellos estaba sentado y el otro tumbado de espaldas en el suelo. La mujer creyó que sufrían las consecuencias de los excesos de la fiesta anterior, pero tras pasar horas después vio que no se movían ni reaccionaban a las llamadas y decidió llamar a la Policía.

Los agentes encontraron los cuerpos sin vida de Luciet Perot, de 69 años, y Olivier Boudin, de 38. Ambos mantenían una relación de padre e hijo y esa noche se homenajearon con una cena a base de vino, queso camembert, un asado y alubias enlatadas, según informa el diario LeParisien. Los investigadores no encontraron ningún signo de violencia ni había señales de que alguien hubiese entrado por la fuerza a la casa.

La principal sospecha del caso pasó a ser la comida. En un primer momento, se pensó que la muerte había sido por las alubias enlatadas. De hecho la Policía creyó que se trataba de un caso de botulismo virulento, es decir, se habían envenenado con la comida conservada en la lata. Pero un análisis que dio negativo descartó esta hipótesis.

Finalmente, los médicos forenses constataron que Perot, el dueño de la casa, que había bebido durante la noche grandes dosis de alcohol, se había atragantado con un pedazo de costilla que no había podido masticar bien debido a su dentadura. Fue entonces cuando su amigo Boudin, que tenía una deformación cardíaca congénita, murió de un infarto por el impacto de ver atragantarse a su amigo ante sus ojos.