En 1992, la homofobia tenía un nombre: Ángel Matanzo. Era concejal de centro del Ayuntamiento de Madrid, y cerró sin explicación el único local que había en España de atención a homosexuales. Él negaba odiar a los gays, pero cuanto más se justificaba, más rancio sonaba.

En el 92, muchos seguían creyendo que sólo los homosexuales se contagiaban de sida. Entonces, España conoció a la pequeña Montse. Era portadora del VIH y casi nadie quería ir a clase por su presencia. Como ella, muchos niños seropositivos sufrieron aquel año boicot en el colegio. El pánico al contagio sacó lo peor de otros padres.

El caso de Montse llegó a la serie del momento: Farmacia de Guardia. La pequeña apareció en una escena impactante para la época. En la misma, Lourdes, la boticaria, aparecía besando a la niña portadora. Así se enteraron muchos españoles de que la saliva no contagia el sida.

Por su parte, una protesta de enfermos en plena calle refleja el pánico a la enfermedad. Los policías se asustaron tanto de tenerles delante que sólo se les ocurrió tirarles de la cama, aporrearles y llevárselos a rastra de allí. El de Enrique es uno de los casos más terribles de marginación por sida.

A él directamente le echaron de su pueblo en Granada. Las razones de sus vecinos son un homenaje a la ignorancia. Y, finalmente, Enrique tuvo que marcharse a morir a Barcelona.