Balón al aire y comienza la gran final de los Juegos Inclusivos Escolares. En concreto, la de la cuarta edición. "Siempre te sientes diferente, y por una vez que puedes sentirte como los demás te sientes bien", explica una pequeña deportista.

Hoy han competido en baloncesto, bolos, fútbol para ciegos o boccia, petanca adaptada a niños con alta discapacidad. Se lo han pasado en grande, no había más que ver sus caras. Y han entrenado duro para este momento durante todo el curso. Unos se han puesto en la piel de sus compañeros con discapacidad. "Tengo miedo porque no sé si me voy a chocar", explica una estudiante que participa en una actividad con gafas opcas.

Así descubren que, si quieren, no hay límites. Pueden hacer lo que se propongan. Uno de los grandes ejemplos es María, con 12 años y una espina bífida que no le impide manejar como los grandes expertos una handbike o esquiar. "Al principio no quería porque me daba vergüenza", explica María.

Un proyecto, el de la inclusión a través del deporte adaptado, puesto en marcha por la Fundación También en colaboración con Sanitas. "Esto normaliza la vida de los niños", detalla Teresa Silva, directora general de 'Fundación También'.

En el evento también colaboran deportistas de élite visitando a los chavales en los colegios. "Al final, los compañeros que no tienen discapacidad lo ven con normalidad y los que sí la tienen ven que se pueden hacer muchas cosas", considera Óscar, jugador profesional de baloncesto paralímpico.

450 alumnos de nueve centros de la Comunidad de Madrid han participado en el proyecto: un día para disfrutar del deporte inclusivo, compañerismo y para superar los límites. Aquí, desde luego, ganar o perder es lo de menos.