La magistrada María Eugenia Gayarre, que presidió la vista, considera a la joven culpable de un delito de asesinato con agravante de parentesco y atenuante de confesión. Según recoge el fallo, el crimen se produjo en agosto de 2014 cuando la ahora condenada, que entonces tenía 18 años, dio a luz a un niño en la bañera de su vivienda.

La joven dejó al recién nacido tumbado boca arriba sobre el suelo de la bañera y cortó el cordón umbilical con un cuchillo de sierra que utilizó después para clavárselo en el tórax. Lo hizo, según la juez, "con conocimiento de que estaba vivo y aprovechándose de la clara imposibilidad de defensa por parte de la víctima".

Eligió esa zona del cuerpo para acuchillarlo "al ser conocedora de que así se le causaba una muerte rápida" y, para asegurar el resultado, extrajo el arma ligeramente y volvió a hundirla en el pecho del niño. A continuación, metió al bebé en una bolsa de plástico, junto con la placenta y el cordón umbilical, y lo arrojó a un contenedor de basura ubicado en la vía pública, "sin comprobar si estaba vivo o no", de acuerdo con la sentencia.

La joven se acostó en su cama después, donde permaneció hasta que llegó una hermana que la convenció para que acudiera al servicio de urgencias del Hospital de Alcoy porque estaba sangrando. En este centro sanitario "confesó los hechos de forma espontánea" a unos agentes de la Policía Nacional cuya presencia había sido requerida por los médicos que la habían atendido.

Esa circunstancia "facilitó el esclarecimiento completo de los hechos", según la magistrada, que le aplica por ello la atenuante de confesión, y permitió que el recién nacido fuera hallado, ya sin vida, en el contenedor de basuras. En la segunda sesión del juicio, la acusada hizo uso de su derecho a la última palabra para expresar su arrepentimiento, según recoge el fallo, que puede ser recurrido ante el Tribunal Superior de Justicia valenciano.