Hace tres años Carlos viajaba en el Alvia con destino Santiago, dice que ha olvidado el momento del accidente, que tampoco merece la pena recordarlo pero se enfrenta aún a sus consecuencias: "Cuando me desperté sentí que tenía las dos piernas pero cuando me toqué y vi que me faltaba la pierna en ese momento me quería quitar la vida".

Se refugió en su pasión: el fútbol, recibió el alta después de tres meses en el hospital y sin dudarlo quiso volver al terreno de juego contactó con la Asociación Española de Futbolistas Amputados y estuvo un año entrenando hasta volver a estar en forma: "Ahora creo que juego mejor porque jugar con una pierna es mucho esfuerzo".

Admite que el apoyo de sus amigos y de su familia ha sido importante pero también el de sus compañeros de equipo: "Si mi compañero, que tiene cáncer está sonriendo siempre entonces tú tienes que seguir". Carlos tiene fuerza y ganas para seguir adelante y marcarle muchos más goles a la vida.