La cara de Cristina se ilumina cuando cuenta a sus vecinas que ha decidido ser madre. Para ella, durante años e incluso décadas, la maternidad era algo que les ocurría a las otras. "Yo iba por la calle, veía un bebé y me echaba a llorar, me preguntaba que por qué yo no puedo", cuenta Cristina Quiles, de Apoyo Positivo.

La mujer encuentra muchísimas más barreras que cualquier otra persona o colectivo

El virus se lo transmitió su primer novio cuando era veinteañera, pero hoy lo tiene lo suficientemente controlado como para lanzarse a la aventura. "Tengo el embarazo programado por parte de mis médicos conmigo y con mi pareja, a la fase final cesárea y si el niño naciese positivo se le medica y al mes lo negativizan", cuenta.

Cristina sabe que hoy por hoy menos de un 1% de los bebés heredarán el virus de sus madres, pero el estigma perdura. "La mujer encuentra muchísimas más barreras que cualquier otra persona o colectivo de la sociedad, dentro del propio VIH la mujer con este virus vive invisibilizada”, puntualiza Jorge Garrigo, de Apoyo Positivo.

Ángeles conoce muy bien este problema, una madre ya veterana que sólo se atrevió a revelar a sus hijos sanos que los había tenido siendo seropositiva cuando se convirtieron en adolescentes. La sorpresa se la llevó ella: "Mi hija me dijo, mami yo ya lo sé pero a mí no me importa", revela emocionada Ángeles García.

Ahora urge controlar otro virus, el de la ignorancia, ese que ha hecho que el VIH repunte entre los más jóvenes. Esos prejuicios que no evitará que Cristina y miles de mujeres lleguen a la meta y añadan en breve el retrato de sus madres al álbum de familia.