El acuerdo concluye que la mujer es autora de un delito de asesinato con alevosía y el agravante de parentesco si bien se le aplica una eximente completa por alteración psíquico.

De esta forma, evita la pena de seis años de prisión y otros tantos de internamiento en centro médico que solicitaba la Fiscalía y en su lugar se le impone la medida de libertad vigilada, con obligación de someterse a tratamiento psiquiátrico externo durante seis años, es decir, sin ingresar en centro alguno.

Según el relato del fiscal, aceptado por la acusada, la anciana, a cargo de su hijo de 64 años y declarado incapaz total, tomó la decisión de acabar con su vida y la del hijo.

Para ello, vació 16 "blíster" de pastillas, desde Ibuprofeno hasta Tramadol o Urbason, que había acumulado desde días antes y las trituró en una batidora. El contenido lo repartió en dos vasos que se bebieron ella y su hijo. Afirma que quería evitar que sus otros hijos tuvieran que asumir "la carga futura cuando ella faltase".

Una vez ingerido el cóctel de medicamentos, se tumbaron en las camas de los dormitorios y allí los encontró otra hija de la acusada.