Pese a ser el fundador de Reclamador.es, Pablo Rabanal no tiene despacho propio. Prefiere trabajar codo con codo con sus empleados. "Yo estoy accesible para los demás pero los demás también para mi, es en beneficio mutuo", afirma.

También ocurre en una consultora inmobiliaria. Nadie tiene un sitio fijo y no hay un solo despacho. Javier Martínez, director del departamento de arquitectura de CBRE, sólo tiene una taquilla donde guarda el portátil. "No tiene nada que ver que tu jefe esté detrás de un cristal a sentarte al lado de él, hay una barrera que desaparece", explica él.

Cuando quieren privacidad, entran en unas cabinas de teléfono aisladas. La idea es aprovechar el espacio y mejorar la comunicación con los jefes. La mayoría de despachos son espacios desperdiciados que apenas se utilizan. "Al principio se hace extraño para determinadas personas, en los dos sentidos, pero se ha demostrado que se trabaja y se colabora mucho mejor", añade Javier Martínez.

Por otra parte, Alfonso Jiménez, socio director de PeopleMatters, pasó de tener un despacho de 40 metros cuadrados a una mesa compartida. "Por razón de coste y de proximidad para estar más cerca del equipo", dice él. Se acabaron las urnas de cristal que aíslan a los jefes y sirven de barrera con el resto de trabajadores. Sentirse uno más y predicar con el ejemplo es parte del éxito.