No sabemos si era la primera vez que Iglesias pisaba uno de los escenarios preferidos por el establishment político- empresarial, el Hotel Ritz. Por eso había expectación por verle. Tres salones llenos para escuchar una intervención en la que ni siquiera los anfitriones.

Ni los medios de comunicación se han librado de la crítica. Reproches también para el proceso de proclamación. Tal vez porque no les invitaron al besamanos. Aunque la mayor tensión se ha vivido cuando un espontáneo ha irrumpido acusándole de asesorar a gobiernos represores como Venezuela.

Incluso se ha llegado a encarar con él. Este hombre es Alberto Casillas, el camarero que se opuso a los antidisturbios del 25S. Con Casillas expulsado Iglesias ha querido responder. Más tarde y más tranquilo, Casillas nos explicaba las razones que le han movido a irrumpir así.

Iglesias no ha evitado ningún tema polémico como el terrorismo. La intensidad de su discurso ha tenido premio, en forma de regalo. La casta no estaba, pero la amplia presencia sugiere que los poderes fácticos han enviado a miembros de sus equipos a escuchar lo que el líder de Podemos tenía que decir.