El día de Urdangarin comenzaba a las cinco de la mañana. Con una mochila se ha dirigido solo a la parada del autobús que lo llevará al aeropuerto. Por las calles vacías sólo se escuchan las preguntas de los periodistas que acaban impacientando al exduque.

Durante la espera, tiene tiempo de agacharse para tirar algo a la papelera antes de subir a la lanzadera. Ya en el aeropuerto suizo ha esperado la cola para subir al avión 'low cost' que lo ha trasladado directamente a Palma, donde ha llegado puntual, a las ocho de la mañana.

Entonces ha dejado el único amago de sonrisa que se le ha visto, aunque no ha respondido a ninguna pregunta y sólo ha abierto la boca una vez para decir "muchas gracias" justo cuando se subía al coche que lo ha trasladado a la Audiencia Provincial.

Allí ha sido recibido entre abucheos y gritos de "chorizo", un paseíllo que ha hecho sin su abogado, que esperaba dentro. Poco antes entraba su exsocio, Diego Torres, recibido con mucha menos expectación.

Tras algo menos de tres horas, el marido de la infanta ha salido más abucheado que antes, pero sabiendo que seguirá en libertad provisional sin fianza.