Ignacio González ha sustituido los trajes italianos a medida por el chándal en la cárcel de Soto del Real, donde ya no le preocupa vestir como un pincel. Según relata 'Crónica de El Mundo', se ha visto obligado a transformar sus lujosos hábitos diarios por las estrecheces de prisión.

Acostumbrado a vivir en su chalet en la periferia madrileña, ahora comparte celda con su hermano Pablo en un espacio de 10 metros cuadrados con una litera. Su hermano duerme arriba y él en la cama de abajo. Y aunque está acompañado y se encuentra tranquilo, siente el aislamiento del mundo exterior.

Y para llevar su reclusión más llevadera, el expresidente de la Comunidad de Madrid se ha comprado un televisor con el presupuesto de 100 euros semanales que le ingresa su familia. Nada que ver con el tren de vida de nuevo rico que llevaba cuando vivía en libertad.

Antes, jugaba al pádel con sus amigos en un club cercano a su domicilio y cenaba en lujosos restaurantes, pero ahora la realidad del político es bien distinta. El menú del centro penitenciario no supera los dos euros y a las 21:30 de la noche ya tiene que estar de regreso en su celda.

En la cárcel, Ignacio González se ha apuntado a un curso de petanca para pasar el rato y se ha interesado por las misas. Así trata de soportar su particular calvario.