En el ecuador de la campaña, Rajoy visita de nuevo Pontevedra y prefiere recordar con una sonrisa. "He recuperado las gafas después de la última visita", bromea. Pero no se fía. Cuando un cartel le roza florecen nervios que hacen que su discurso no sea del todo claro.

"Que no haya que elegir entre la vida personal y la vida familiar, y la vida de la persona que trabaja". Todo algo confuso como la imagen en la que Rajoy se dispone a cruzar y, de repente, una furgoneta con propaganda socialista se pone en su camino.

En los actos del PSOE se dedican a predecir el tiempo. "Hoy llovía, vino Pedro y llegó el sol. El sol va a llegar a España, Pedro, y contigo, de nuevo, la luz", aseguraban en su mitin.

Por su parte, el público de Podemos cada vez es más exigente. "Vamos, Errejón. ¡Dale ya!", le gritan, al ver que se para un segundo. "Voy, que estaba cogiendo aire", responde, alegre, el número dos de la formación morada.

Ciudadanos pasa de actos poco concurridos, donde es necesario hacer un Periscope para llegar a más gente, a un baño de masas en Barcelona para ver el partido de la selección en la Eurocopa. Rajoy también vio el partido, pero ojo al detalle. Cuando La Roja aún no había marcado, mejor no tomar nada. Pero cuando llega el gol, el bar ya hizo negocio con los populares.

Pablo Iglesias tampoco se perdió el partido, pero mucho más tranquilo en un restaurante Japonés. Y entre goles, celebraciones y banderas se busca el voto en cualquier rincón.