Declarar Jerusalén como capital de Israel podría convertirse en el próximo gesto de apoyo de Donald Trump a su mayor aliado en Oriente Próximo. "Si los palestinos y los israelíes están contentos, yo estoy contento", ha asegurado en rueda de prensa el presidente de Estados Unidos. El mandatario norteamericano podría anunciarlo en su próximo discurso, algo que compensaría el retraso en el traslado de la embajada estadounidense en Tel Aviv.

Este reconocimiento del Gobierno de Estados Unidos podría, para muchos, reavivar las tensiones en la zona. Así, bien hace Trump en recordar que "la gente (de Oriente Medio) está harta de sangre y muerte". Jerusalén siempre ha sido uno de los puntos más conflictivos entre Palestina e Israel. La ONU reconoció en 1947 el estado judío y dividió la capital en dos: una parte pertenecería a Israel y la otra al pueblo palestino.

Jerusalén Oriental está considerada la capital histórica por parte de los palestinos, pero Israel siempre se ha negado a ceder el territorio. A pesar de la cercanía con Israel, ninguno de los presidentes estadounidenses ha reconocido nunca la ciudad santa como la capital judía. Ni siquiera visitaron como presidentes el muro de las lamentaciones. En este sentido, Donald Trump ha sido el primero.

La visita tenía la intención de restablecer unas conversaciones de paz congeladas desde hace años, aunque el presidente de EUU ya lo advertía: "No es fácil. He escuchado que es uno de los acuerdos más difíciles, pero tengo la sensación de que vamos a llegar ahí pronto". Y las conversaciones siguen estancadas. El posible anuncio de Jerusalén como capital de Israel podría aumentar la violencia en un territorio dividido por fronteras ficticias que ha sufrido ya demasiado.