Se ha despertado Trump coqueteando, una vez más, con la extrema derecha. Ha compartido tres vídeos islamófobos que había publicado previamente una política del partido Britain First, de corte ultraderechista a través de Twitter.

En esos vídeos ella identifica a un hombre como un musulmán rompiendo una virgen o a otro como un inmigrante musulmán, que ha resultado no ser inmigrante y del que no se conoce religión, golpeando a otro menor.

Trump ha dado voz a los tuits de la líder ultraderechista que se dedica a agitar la islamofobia en Reino Unido afirmando que ese "es un país cristiano" con una cruz en la mano y con discursos que sobrepasan los límites morales y legales.

Está acusada de acoso religioso agravado por su retórica antimusulmana en las redes, pero eso no le ha importado a Trump, ni tampoco la veracidad de los vídeos porque la Casa Blanca afirma que la amenaza es real.

Ese respaldo no ha gustado en Downing Street, que lo califica de error. Pero sí a la líder xenófoba que sacaba pecho diciendo: "El presidente, el líder del mundo libre ha respaldado mis redes".