Dentro de un autobús viajan los niños que fueron separados de sus padres en la frontera. Fuera, y al grito de 'liberen a los niños', las personas reclaman que les dejen libres. "No podemos seguir aceptando este racismo como si no hubiera problema", ha declarado un hombre.

La localidad de McAllen, en Texas, se ha convertido en el epicentro de la última crisis provocada por la política migratoria de Trump. Por esta localidad de Texas cruzan la mayoría de quienes entran al país de forma irregular. Su centro de detención de migrantes es el más grande del país. Según los congresistas demócratas que lo han visitado, hay niños entre rejas y durmiendo en el suelo.

"Había niños pequeños, muchos menores de cinco años que habían sido separados de sus padres. Es a todos los efectos, una cárcel", ha declarado Jackie Speier, congresista demócrata por California.

Por su parte, Jim Himes, congresista demócrata por Connecticut, ha afirmado que "había montículos de mantas térmicas plateadas". "Cuando abrieron la puerta (de esa celda), de esa treintena de mantas salieron niñas pequeñas. Estaban asustadas. Algunas habían llorado", ha añadido.

Hablan de vergüenza nacional mientras Trump agita el discurso del miedo. "Su cosa (de los demócratas) es abrir las fronteras. Dejar que la Mara Salvatrucha se extienda por todo el país. Es lo que va a pasar si les hacéis caso", ha asegurado Trump.

Continúa con los argumentos xenófobos que tan buen resultado le dieron en la campaña electoral. "Si (los migrantees) perciben debilidad, vendrán por millones", ha apuntado. Ni una palabra sobre la reagrupación de los niños con sus familias. Eso parece no importarle.