Kim Jong-un no ha querido perder el tiempo en su segundo viaje oficial al extranjero y ha aprovechado las horas previas a su esperadísimo encuentro con Donald Trump para darse una vuelta y conocer la noche singapureña.

Acompañado del ministro de Exteriores anfitrión, con el que hasta se ha hecho un 'selfie' y de su siempre tupida nube de guardaespaldas a los que ha hecho correr -impecables- tras su limusina blindada.

Ésa que ha ido en uno de los tres aviones fletados para despistar por Pyongyang, con apoyo chino. También llevaba, cuentan medios surcoreanos, un aseo portátil para uso exclusivo del líder norcoreano.

A la reunión con él, Trump, al que han felicitado por adelantado en Singapur, se enfrenta "con confianza y actitud positiva", ha dicho el jefe de la diplomacia estadounidense. Los surcoreanos esperan que el neoyorquino se lleve puesto, como regalo de cumpleaños, un buen acuerdo. Aunque él advierte: sólo lo aceptará si es la desnuclearización total, verificable e irreversible.

Es más: todo dependerá, ha dicho, de si él siente 'feeling' con Kim Jong-Un. Si no, se levantará e irá. Eso, después de la espantada en el G7 que le afean, enfadados, sus hasta ahora socios.

Desde Europa, la canciller Merkel arremete contra la "deprimente" pero "muy reveladora" actuación de Trump. Alemania pide a la UE que actúe decidida contra tanta unilateralidad.