Salir a trabajar o a llevar a los niños al colegio y no regresar nunca a casa es el miedo con el que van a vivir 11 millones de indocumentados que hay en EEUU. Cualquiera que no pueda demostrar en cualquier momento que tiene los papeles en regla será detenido y no saldrá, hasta que un juez decida su destino, que podría ser la deportación.

La prioridad será deportar a los que tienen antecedentes, pero se añaden a la lista urgente también los acusados, aunque no estén condenados y aunque sea un delito menor, así como quienes abusen de los servicios públicos y quienes, a criterio del agente de inmigración de turno, sean una amenaza.

Esto abre la puerta a las deportaciones masivas a México, incluso se plantean hacerlo con quienes no son mexicanos en una medida pensada para espantar a los centroamericanos que piden asilo. Antes, hasta que esa solicitud se resolvía, permanecían en EEUU, pero ahora se estudia devolverlos a México y hacer que esperen allí el resultado. Además, los menores no acompañados que crucen la frontera tampoco se librarán de la deportación.

Trump quiere una base de datos donde estén esos 11 millones de indocumentados. Los únicos que por el momento no están en el punto de mira son los 'dreamers', es decir, los que llegaron al país de pequeños y se han criado en él. Pero al final, son precisamente sus familiares los objetivos de Donald Trump.