La presa de Oroville, una de las mayores de EEUU, aguanta a duras penas. Las lluvias torrenciales de los últimos días, tras seis años de sequía pertinaz, han hecho que rebose varias veces y han obligado a desaguar todo lo que el cauce del río Feather pueda soportar.

Utilizando, por primera vez en su historia, hasta las vías auxiliares de desembalse y ahí está el problema, porque la vía está dañada con un gigantesco boquete que se agranda por la fuerza con que sale el agua y amenaza la estructura. "Cuando se empieza a erosionar la base, todo empieza a desmoronarse colina abajo. Y ahí es cuando peligra su integridad", explica Kevin Lawson, comandante de Protección Civil.

Si eso pasa, la catástrofe es casi inevitable; unas 200.000 personas en tres condados han sido evacuadas, se ha declarado el Estado de Emergencia y 23.000 soldados están movilizados.

Con las previsiones anunciando más lluvia, y con el embalse casi lleno, la solución pasa por intentar taponar el agujero con rocas lanzadas desde helicópteros. Mientras los vecinos de la zona rezan pidiendo que deje de llover y se preguntan por qué no se escuchó a quienes, hace una década, cuestionaron la seguridad de esta presa.