Se llama Pablo Verna, dice que su padre es un genocida. Afirma que fue el encargado de drogar a las víctimas en los vuelos de la muerte, el que se aseguraba, de que no pudieran reaccionar una vez arrojados vivos al mar. Ha sido duro. "Yo siento que nosotros debemos lealtad a nuestros padres, pero también lealtad a la humanidad", explica Pablo, miembro de 'Historias desobedientes'.

Se ha cerrado el último juicio, 29 implicados han sido condenados a cadena perpetua pero, no todos los culpables han sido llevados ante la justicia.

Pablo lleva cuatro años luchando por ello. Desde 2013, cuando su padre le confesó lo que hizo. Pero no le han dejado denunciar: "Ese mandato de silencio con el que crecimos en nuestras familias, ahora que pudimos traspasarlo lo encontramos reflejado en la legislación penal".

El código penal argentino no permite a un hijo declarar contra su progenitor y, por eso, Pablo y otros familiares de presuntos asesinos, han presentado un proyecto de ley. Quieren modificar dos artículos y así tener la posibilidad de testificar contra sus padres, por crímenes contra lesa humanidad.

4.000 disidentes fueron embarcados en estos aviones militares durante la dictadura argentina, algunos cadáveres aparecieron en las playas y pudieron ser identificados, pero muchas familias, 40 años después, todavía buscan a a sus seres queridos.