Es otra gran orden de Trump este fin de semana: reconstruir el Ejército estadounidense a lo grande: "Nuevos aviones, nuevos buques, más recursos y herramientas". Y eso significa cantidades multimillonarias de dinero público: "Cuantiosos contratos con el lobby armamentístico estadounidense, muy poderoso" explica Jordi Calvo, coordinador del centro Delás de Estudios para la Paz.

Lobby con el que los Trump, padre e hijos, siempre han estado bien relacionados. Éste es, además, otro golpe al legado de Obama, que apostó por más diplomacia y menos armas: "El gasto se ha venido reduciendo desde 2011 a 2015 en un 10%" explica Calvo.

Esta nueva carrera armamentística, en la que otros países como Rusia o Corea del Norte llevan años, aunque no nos acerca, dicen los expertos, a otra Guerra Fría, puede extenderse y hacer retroceder las relaciones internacionales: "Generar un escenario que hay quien dice nos retrotraería a antes de la Primera Guerra Mundial" asegura Calvo.

Un cambio de talante que ya hemos visto con la nueva enviada de Washington a la ONU. Los proyectos estrella de la "Armada de Trump" son: un nuevo sistema de misiles de autodefensa y una gran ofensiva contra los terroristas de Daesh. Trump da un mes al pentágono para que le presente un plan para vencer Daesh sin descartar las armas nucleares: "Como mínimo, quiero que piensen que podríamos usarlas".

La pública defensa de las armas nucleares del nuevo presidente preocupa desde la campaña electoral, dado su volátil carácter: "Alguien que no es capaz de controlarse en Twitter, no puede manejar los códigos nucleares" decía Obama. Por suerte, por mucho que el presidente Trump proponga u ordene, es el Congreso el que dispone, el que tiene la última palabra.