El cambio climático y la violencia armada se suman así a la tradición familiar como factores que posibilitan un fenómeno que asola al continente, donde se encuentran nueve de los diez países del mundo más habituados al casamiento de menores.

La tendencia se ha disparado particularmente en Sudán del Sur, donde más de la mitad de las jóvenes menores de 18 años, un 52% según los datos de Naciones Unidas, han sido entregadas contra su voluntad, respecto del 40% en 2010.

"Los conflictos no han hecho más que empeorar la situación. La mayoría de los padres fuerzan a sus hijas a casarse por las dificultades económicas", lamenta la experta en protección de género de la ONG Care International, Dorcas Acen. "Menos bocas que alimentar", lamenta.

La guerra en Sudán del Sur, iniciada en 2013 entre las fuerzas del presidente del país, Salva Kiir, y su antiguo vicepresidente, Riek Machar, ha devaluado la moneda hasta el punto de que ahora el tráfico humano mueve parte de la economía.

Una niña puede valer hasta 300 vacas en concepto de dote, diez veces más de lo que costaba en tiempo de paz. "Básicamente, se trata de una puja", añade Acen. "En el momento en que la niña está 'disponible', quien venga con más vacas se la lleva".

En Kenia, los pastores Masai y Samburu están vendiendo a sus hijas para compensar las inmensas pérdidas entre el ganado provocadas por la sequía del año pasado, según la responsable de la ONG Amref Health Africa, Millicent Ondigo. Ahí, el coste es de "cuatro o cinco cabras por hija", ha explicado.

Ondingo lleva años intentando convencer a los padres de que mandar a las niñas a la escuela implica un mayor beneficio económico a largo plazo. "La idea es siempre la misma: cuando la niña termine de estudiar, conseguirá un trabajo, y entonces será capaz de comprar más de cuatro cabras", explica.