Han llegado desde Tanzania a Nueva York para recibir tratamiento médico en una fundación.

En su país les mutilan porque creen que sus manos o sus brazos tienen poderes mágicos para la brujería.

"Puedes ver que todos ellos siguen traumatizados. Siguen pensando que su vida no es segura, así que no se atreven a salir solos a la calle", afirma Ester Rwela, trabajadora de 'Under the Same Sun'.

Baraka tiene ocho años y está contento porque sabe que allí le tratan bien. En 2015 llegó por primera vez a Nueva York pero su cara era otra.

"Ellos me cortaron la mano, a mi madre la golpearon en la cabeza y entonces vinieron a mí con machetes", cuenta Baraka, el niño albino.

Cuando llegó por primera vez, Kabula tampoco entendía nada: "Me siento mal porque sigo sin entender qué han hecho con mi brazo, qué beneficio han sacado de él".

Dos años después, vuelven al mismo sitio. Les quedan dos meses para ponerse a punto gracias a la asociación que trabaja con ellos. "Hemos ayudado a muchos niños en los últimos 20 años", asegura Elissa Montani, fundadora de 'Global Medical Relief'.

En Tanzania viven condenados a esconderse. Las supersticiones del resto son una maldición para ellos. Hay heridas que pueden superar con ayuda. Otras como el estigma social las llevarán consigo para siempre.