La madre de Corey, de 14 años, la grabó abriendo un regalo de cumpleaños que le cambiará la vida: su primera inyección de estrógenos. No puede evitar emocionarse y rompe a llorar. Por fin dejará atrás el cuerpo de chico con el que nació.

Han pasado ocho meses de la grabación de ese vídeo. Ahora Corey, igual que otros miles de menores como ella, sufre la discriminación. En Carolina del Norte, donde vive, han promulgado una ley que prohíbe a los transgénero usar los baños del sexo con el que se sienten identificados. La medida ha provocado una oleada de protestas.

A las manifestaciones ciudadanas, se ha sumado la batalla legal: el gobierno de Obama retirará las ayudas a las escuelas públicas que no habiliten aseos de género neutro. En algunos estados ya existen, como en la escuela NathanHale de Seattle. “Es sólo un paso más a la inclusión de todos los estudiantes, va a ayudar a que se sientan más seguros”, explica el director del centro.

Aiméé Toms sí que no se sintió segura en un servicio público de Conética. En un vídeo explica cómo una señora la agredió por parecer lesbiana: “He sido víctima de la transfobia por culpa de mi pelo y el año pasado un hombre intentó violarme en el baño de mujeres”. Como ella hay más. Siete de cada diez transgénero dicen haberse sentido humillados en los baños públicos.