Las protestas contra los símbolos de la esclavitud se extienden por todo Estados Unidos y varias ciudades han comenzado ya a retirarlos. Los activistas por los derechos de los afroamericanos llevan décadas pidiendo acabar con ellas.

Pero el debate no saltó a las portadas hasta la matanza racista en la que un supremacista blanco asesinaba a tiros a nueve personas en una iglesia afroamericana en Carolina del Sur. Era Dylan Roof, un joven de 20 años que, antes del ataque, posaba con la bandera confederada, que por entonces también ondeaba en la sede del estado.

Tras semanas de protestas, la gobernadora anunció su retirada. "Es hora de retirar la bandera del Capitolio", anunció Nikki Haley, gobernadora de Carolina del Sur. A partir de entonces, otros gobiernos y ayuntamientos comenzaron a retirar los símbolos confederados que lucían en sus calles, pero aún queda mucho por hacer.

A día de hoy, hay casi 1.500 más entre estatuas, placas o centros públicos que llevan el nombre de quienes lucharon en favor de la esclavitud. Sus defensores alegan que forman parte de la identidad sureña, pero los expertos señalan que, en realidad, representan el rechazo a la igualdad entre blancos y negros. "No hay estatuas de Hitler en Alemania a día de hoy", dice Jesse Jackson, activista de los derechos civiles.

El debate también salpica al salón de estatuas del Capitolio. Cada uno de los 50 estados puede enviar dos efigies de ciudadanos ilustres de su territorio y 12 de ellas son generales y políticos confederados. Ningún estado ha escogido a figuras afroamericanas, las cuatro que hay, entre ellas la de Martin Luther King, están allí a petición del Congreso.