Joshua Boyle y su hijo Noah, de cuatro años, juegan en el jardín de la casa de los abuelos. Es su primer día de libertad tras cinco años secuestrados en Afganistán.

Toda la familia llegó anoche hasta esta casa en Ontario, donde viven los padres de Joshua. Ahora toca lo difícil, recuperar la normalidad.

Sobre todo para tres niños que no han conocido otra forma de vida más allá de un zulo. Por eso han tapado las ventanas para proteger su intimidad. Fuera, la Policía vigila las 24 horas.

Según ha contado Joshua en su primera entrevista al periódico canadiense 'The Star,' el pequeño Noah es el que más ha sufrido durante el cautiverio. Apenas podía dormir, le aterraba cerrar los ojos. También ha relatado cómo los cinco vivieron encerrados en una celda, no más grande que un cuarto de baño.

Pero fue a su llegada al aeropuerto, cuando Joshua Boyle confesó lo más duro. "Por estupidez y maldad autorizaron el asesinato de mi hija pequeña".

Los talibanes del grupo Haqqani lo niegan todo. En un comunicado aseguran que la muerte del bebé fue a causa de un aborto natural.

Desde Pakistán, el Ejército ha dado más detalles sobre cómo fue la liberación. "Les bloqueamos el paso y disparamos a las ruedas. Nuestra prioridad era rescatar a los prisioneros de manera segura", ha relatado Asif Ghafoor, general del Ejército de Pakistán.

A través de un vídeo Boyle les ha dado las gracias: "Fue un trabajo preciso y profesional". Sin embargo, aún queda por saber cuál era el verdadero motivo del viaje.