El presidente estadounidense, Donald Trump, anunciará que Estados Unidos reconoce Jerusalén como la capital de la Israel y trasladará allí su embajada, aunque no de forma inmediata, rompiendo así con una histórica política de Estados Unidos y abriendo la puerta a potenciales disturbios.

Pese a las advertencias tanto de sus aliados occidentales como árabes, Trump ofrecerá desde la Casa Blanca un discurso en el que pedirá al Departamento de Estado que comience a buscar el lugar para emplazar la embajada en Jerusalén en el marco de lo que se espera que sea un proceso de traslado desde Tel Aviv que llevará años.

Trump firmará una dispensa de seguridad nacional demorando el traslado de la embajada, dado que Estados Unidos no cuenta con una estructura en Jerusalén a la que trasladarse. Un alto cargo de la Administración ha aclarado que el proceso podría prolongarse entre tres y cuatro años.

Pese a todo, con su decisión, una de sus promesas de campaña en 2016, Trump cambiará drásticamente la política que Estados Unidos ha mantenido desde hace décadas de que el estatus de Jerusalén forma parte de la solución de dos estados para israelíes y palestinos, quienes quieren que Jerusalén Este sea su capital.

Todos los aliados de Washington en Oriente Próximo han advertido en contra de las peligrosas repercusiones que la decisión podría tener cuando Trump habló con ellos para informarles de sus intenciones.

El presidente mantuvo conversaciones telefónicas con el presidente palestino, Mahmud Abbas, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el rey Abdalá II de Jordania y el rey Salman de Arabia Saudí.

"El presidente cree que esto es un reconocimiento de la realidad", ha indicado un alto cargo, que ha informado a la prensa sobre el anuncio. "Vamos a avanzar sobre la base de una verdad que es innegable, es un mero hecho", ha añadido.

Desde el Gobierno estadounidense se defiende que lo que Trump se dispone a hacer es reconocer una verdad: que Jerusalén es la sede del Gobierno israelí y debería ser reconocida como tal. Altos cargos de la Administración han señalado que la decisión de Trump no busca inclinar la balanza en favor de Israel y que acordar el estatus final de Jerusalén seguirá siendo uno de los apartados centrales de cualquier acuerdo de paz entre israelíes y palestinos. Estos últimos ya han dicho que el paso supondría "el beso de la muerte" a la solución de los dos estados.